viernes, 9 de agosto de 2013

(11) Despidiendo Polonia desde Cracovia

Viajamos a Cracovia desde Varsovia con una sensación de "déjà vu" por aquello de los trenes, que nos recordaban los de España de toda la vida antes de que el AVE irrumpiera en nuestra vidas, aquellos departamentos de ocho plazas y el pasillo exterior y el calor sin aire acondicionado, lo que se suplía con las ventanas abiertas, como hicimos aquí.
Y la contrapartida, un precio muy ajustadito.

Llegar a esta histórica ciudad y que te estén esperando es un gusto. Dejar las maletas en el coche en la misma estación, otro gusto más. Y salir directos a pasear por su centro histórico completa el trío de satisfacciones. 
Era casi la hora de comer y Marian llevaba un listado de cinco restaurantes recomendados. Uno de ellos apareció como por ensalmo, y para dentro.

El sitio era especial: una mezcla de salón de casa, lámparas y muebles de época y otros detalles más inclasificables, pero sin luz exterior y por tanto fresco. 
 
Comimos como siempre, bien y barato.

Y después a ver lo más interesante de la ciudad paseando un poco sin rumbo.

Desde 1978 es patrimonio de la humanidad y para muchos polacos, debido a su historia, es el corazón del país.

El punto neurálgico de esta urbe de casi 800.000 habitantes es la "Rynek Główny", la inmensa plaza del Mercado (200 por 200 metros), en cuyo centro está la construcción que se ve en la foto el Sukiennice, diseñado en el siglo XIV como un centro del comercio de tejidos, y ahora con una larguísima galería interior con puestos de suvenires turísticos todo a lo largo, del orden de 50 a cada lado. Por encima de esta planta, hay un museo.

Visitamos también el interior de la Basílica de Santa María, en sus inmediaciones. Son muy llamativos tanto su retablo de madera como este cristo suspendido en el medio y también de madera, realizados en el siglo XV por el mismo artista. Espectacular.

 Tiene dos curiosas torres, diferentes entre sí y desde la más alta sale cada hora un trompetista que toca una melodía tradicional polaca que a las doce se transmite a todo el país por radio, tipo el ángelus en la nacional española, hasta hace no tanto. Al parecer, lo del trompetista viene a cuento para recordar que en el siglo XIII fue asesinado un trompetista cuando hacía sonar la alarma  para avisar de una invasión enemiga.



La plaza está flanqueada por casas históricas, palacios y otras iglesias, la mayoría de hace varios siglos.

La foto anterior muestra una maqueta de lo que era el antiguo Ayuntamiento de Cracovia, del que actualmente sólo queda esta torre.

Precisamente se ve también al fondo en la siguiente vista nocturna del  Sukiennice.


Esta escultura, algo así como "Eros Vendado" no es antigua, sino un regalo de hace unos 10 años de un artista local a su ciudad. 
Parece ser que hubo cierta polémica porque el gobierno local quería colocarla en otro sitio menos significado, pero el escultor, Igor Mitoraj, no estaba de acuerdo y al final consiguió su objetivo: en pleno centro y con los turistas retratándose delante de ella todo el día. Nosotros preferimos el pozo de la vieja Universidad de Cracovia.



No pudimos visitarla, pues tenía un horario rarísimo (acababa a las 14,20) y tampoco nos fue posible dos días después pues ya estaban todas las plazas cubiertas previamente.



En el recinto había un jardín chulo, lleno de estatuas y bancos, como para que los profesores interaccionen con los alumnos, estilo college inglés... pero en agosto solo estábamos nosotros, la fauna turística, que en Cracovia suma unos 8 millones/año, una industria importante. Yago y Clara se dedicaron a experimentar.


Una libélula a la orilla de río.
La tarde era de todo menos fresca, por lo que acabamos en el Vístula dando una vuelta en barco. 
 
La contratamos y, oh sorpresa, el precio era normal y nos paseaban a nosotros cinco solos, cuando pensamos que habría que esperar a llenar la embarcación.


El paseo fue de lo más agradable y relajado.


Tomamos el barco junto al Castillo , un inmenso recinto que visitaríamos posteriormente y que incluye la zona militar, iglesias, jardines y torres. 

En su milenio de existencia ha sufrido numerosos cambios, derribando construcciones y levantando otras, cosa que te explican muy bien en maquetas y planos.

El gancho para atraer visitantes al Castillo era la exhibición de La dama del armiño, la única pintura de Leonardo da Vinci que tienen en Polonia. La muestran normalmente en otro museo, cerrado por obras, y la han llevado al Castillo unos años. No la dejan fotografiar, por lo que hay que conformarse con el cartel.


Abajo se ve una maqueta del Castillo, incluyendo la catedral (la iglesia más grande), de la que me había olvidado.


Esta es la zona del río desde una de las torres del Castillo, a la que había que subir a pinrel bastantes escaleras.


Cracovia tenía una importante población judía al iniciarse la segunda guerra mundial y los alemanes crearon aquí un ghetto, donde los "almacenaron" durante varios años hasta liquidarlo (y liquidarlos a ellos, a casi todos). Recorrimos el barrio judío, Kazimierz, una zona con mucha personalidad y ahora llena de tiendas, locales y restaurantes.


Pero no fue aquí donde crearon el ghetto, sino en el distrito de Podgorze, donde residían 3.000 personas antes y llevaron allí a 15.000 judíos que tenían que vivir hasta cuatro familias en un piso. Uno de los supervivientes de este guetto es el director de cine Román Polanski y muy cerca de Cracovia está la fábrica de la famosa Lista de Schindler.

Uno de los días de Cracovia nos fuimos al sur, a las cercanía de la frontera con Eslovaquia, a los montes Tatra, las principales montañas polacas, donde una Marian estudiante de Químicas estuvo haciendo prácticas en una fabrica en el tiempo de la Polonia comunista. Le costó encontrar el lugar, pero lo consiguió.

Recorrimos el parque nacional Narodowy y hasta nos paseamos en una especie de canoas raras para hacer un sucedáneo de rafting guiados por dos pertiguistas experimentados.


No voy a repetir lo de que hacía mucho calor, que lo hacía, por eso agradecíamos cuando las montañas dejaban las barquichuelas a la sombra.


Los paisajes, de montaña, un encanto.

De rafting tenía más bien poco, ya que el río estaba prácticamente en "calma chicha", pero el paseo, que se alargó durante tres horas, mereció la pena.


Estos montes reciben el nombre de "Los Pieninos".




En algún momento parecía que el río Dunajec se animaba en forma de rápidos, pero no pasó de pequeñas sacudidas.


El caso es que la llegada estaba en Eslovaquia. Sin darnos cuenta, habíamos cambiado de país.


Acabada la gesta fluvial y puesto que eran las seis de la tarde y no habíamos tomado nada, paramos por la zona, junto a un embalse, de nombre bastante impronunciable, Sromowce Wyżne , donde había un castillo, el Niedzica.
Aquí aprovechamos para fotografiarnos.

En la foto siguiente, una bonita vista del embalse.

En otra de las jornadas en Cracovia, el destino fueron las archifamosas minas de sal de Wielizcka, cuyos datos asombran: tienen hasta 327 metros de profundidad y hay mas de 300 kilómetros de galerías. 

Por eso llegamos a estar a 9º grados en las profundidades y afuera rondábamos los 40. Un cambio tremendo que costó más de una afección de garganta.

 Había tours en español pero llegamos un poco tarde y tuvimos que pillar el de inglés. Lo curioso es que la mayoría éramos en realidad españoles y no hubo ningún problema ya que la guía, polaca, hablaba perfectamente inglés y español.


Tienen de todo ahí abajo: galerías, reconstrucción de cómo trabajaban los mineros (se explotan desde el siglo XIII, pero ahora ya no) museos y alguna cosa más que ahora, con sorpresa, como se verá. 

También reproducciones de famosos en sal, como la anterior del famoso rey Casimiro o la siguiente de Chopin junto a la que inmortalizamos a Clara.

Entonces la sal era básica para la conservación de alimentos (como queda claro teniendo en cuenta que de la palabra sal deriva salario).


Y un hermoso restaurante en las profundidades....se estaba tan bien allí que, a la vista del intenso calor exterior, nos daban ganas de quedarnos hasta la hora del cierre, las once de la noche.


...y hasta una catedral megasubterránea con sus esculturas hechas en sal, algo que también decora otras galerías. 

Sorprendente por sus enormes dimensiones.

La foto inferior es un dibujo de uno de los sistemas que empleaban para bajar caballos a trabajar en la mina. 

El otro eran unos rudimentarios montacargas, que al parecer estresaban mas a los equinos que bajar colgados de cuerdas. Aquí abajo tiraban de las vagonetas y ayudaban a los mineros. También movían enormes ingenios para transportar el mineral, agua, etcétera.

Estas minas son megafamosas y patrimonio de la humanidad, las visitan unas 800.000 personas al año, y han estado desde Clinton a Goethe o Copérnico, y por supuesto el papa Wojtyla antes de llegar al cargo.


Y con este resumen de las minas de sal de Cracovia ponemos punto final al blog de estos días de vacaciones. La de abajo es la casa que nos acogió en la ciudad, mas bien en los alrededores, en una urbanizacion de "acosados" de la que era titular Marian igualmente por intercambio de casas. 
Atención a la foto, por casualidad al fondo aparece una monja y no es tanta casualidad. Las hay por todos los lados en esta ciudad tan católica dentro de la católica Polonia. Y muchos curas con sotana. Llama la atención.

Y desde el aeropuerto de la ciudad, llamado, cómo no, Juan Pablo II, cuya imagen se encuentra por cualquier rincón de la ciudad, sea el que sea, partimos para Madrid y dimos por finalizadas nuestras vacaciones. A esperar a finales de octubre, nuestro periplo por las proximidades del llamado Camino Licio en buena compañía.