miércoles, 7 de agosto de 2013

(10) Auschwitz-Birkenau : El parque temático del horror

"Arbeit macht frei" (el trabajo os hará libres), espetaban en hierro los nazis a la entrada del campo de concentración (y exterminio) de Auschwitz, ese lugar maldito al que mucha gente no quiere ir para no pasar un mal rato. De hecho, de los cinco que andábamos a vueltas por la zona, sólo dos nos acercamos al campo.
El jueves 7 de agosto caía un sol de justicia (36º a la sombra, unos 52º al sol). Polonia no está acostumbrada a esos calores y el aire acondicionado, simplemente, ni está ni se le espera. Por eso cuando el autobús nos recogió en el centro de Cracovia ya estábamos sudando a mares.



El caso es que con sus arbolitos y sus edificios de ladrillo hasta puede sacársele cierto parecido con una universidad británica.... El estado de conservación de los edificios es bueno.

Lo cierto es que el campo, los campos, pues son dos (y varias docenas más de campos auxiliares en los alrededores), Auschwitz por un lado, en edificios de ladrillo rojo, y Birkenau por otro, en madera, los visitan a diario miles de personas, se calcula que 1.300.000 al año, acompañados por guías, en nuestro caso un polaco que hablaba bastante bien español, que dejan constancia de lo que allí sucedió y aunque lo hayas visto en mil películas o lo hayas leído en mil libros, nada es comparable a la sensación de estar dónde pasaron cosas tan terribles y, en realidad, no hace tanto tiempo.
Hicimos el recorrido a pie por todo el recinto, entrando en alguno de los edificios en cuyo interior se recoge el testimonio de cómo vivían (el tiempo que lograban sobrevivir, una media de dos meses las mujeres y cuatro los hombres) los "prisioneros", en principio profesionales, intelectuales, artistas, librepensadores y  gente normal llevados allí desde numerosos países europeos: polacos en gran medida pero también húngaros, alemanes, rusos.....

En este punto tocaba la orquesta del campo, integrada por músicos en su mayor parte profesionales que, gracias a ello, se libraban de los otros trabajos forzados. Los músicos tocaban fundamentalmente piezas a ritmo de marchas para que los prisioneros apuraran el paso......lo que se llama una motivación amenizada. 
El chico de la camisa azul era nuestro guía. El pobre, al igual que nosotros, no paraba de beber agua y, afortunadamente, buscaba la sombra para dar sus explicaciones. Pero ¿Qué supone esta pequeña incomodidad comparada con lo que allí se vivió?.

El hecho de que los visite tanta gente y haya que hacerlo necesariamente con guía,  pues la visita por libre sólo se admite a partir de las tres de la tarde, ha hecho de estos campos un poco una feria, un verdadero parque temático con el que, en definitiva, se hace negocio. Sin embargo, fuera de esto y de la venta de algunos libros, tampoco nos pareció que fuera excesivo. 
 
 Estas son las escalofriantes cifras de Auschwitz, el mayor campo de concentración y exterminio de los nazis, que funcionó entre 1940 y 1945 y al mismo llegaron 1.300.000 personas, de las que murieron 1.100.000, la mayor parte judíos que o se encontraban físicamente aptos para trabajar o eran enviados directamente, desde su llegada en el tren, a las cámaras de gas. Éstas no daba abasto y deshacerse después de las cenizas era un problema, hasta el punto de que se utilizaban para usos prácticos como arrojarlas en las carreteras cubiertas de nieve para evitar derrapes y caídas...
Los alemanes eran, y son, particularmente meticulosos y lo documentaron todo o casi todo, muchas veces con fotos, como en el caso de estos gitanos recién llegados a los que se enviaba directamente a la muerte.

Las siguientes son las latas del  Zyklon B un insecticida a base de cianuro que los alemanes convertían en gas para asesinar a las personas a las que previamente habían entregado una toalla y una pastilla de jabón para que confiaran en que iban a ducharse. 
 
Posteriormente, un comando siniestro,  llamado, "sonderkommando", constituído también por prisioneros, cortaban el pelo y quitaban de los cuerpos de los muertos cualquier cosa que pudiera tener valor, como los dientes de oro, antes de incinerar los cadáveres.
 
Entre esas cosas de valor que les eran particularmente arrebatadas, junto con la vida, estaban las joyas, prótesis, muletas, corsés y demás artilugios que los deportados podían llevar con ellos, tal y como vimos allí expuestos. Todas estas cosas eran clasificadas y almacenadas para su posterior aprovechamiento (eufemismo de un macabro reciclaje) por los alemanes de forma sistemática en unas naves llamadas "Canada". De hecho, el pelo humano se enviaba a una fábrica textil con la que confeccionaban determinados tejidos.


Junto a las vías, recién llegados de un largo viaje (y terrible, días y días apilados en vagones de ganado sin comida ni agua y sin salir, con frío o calor, según la época del año) en el que creían iban sustraerse a las duras condiciones de los ghettos , les obligaban a dejar sus maletas con la promesa de recuperarlas y reunirse con el resto de su familia después del baño . 
Cuidadosamente, rotulaban sus equipajes poniendo sus datos personales, supuestamente para que no se perdieran.....espeluznante. 
Resulta fácil imaginarse la candidez de estas personas, agotadas tras el largo viaje, creyendo que, efectivamente, iban a ducharse.
 
Lo dicho: los alemanes no daban puntada sin hilo: hasta se quedaban con los zapatos de las personas asesinadas que pudieran venirles bien para premiar a otros prisionarios o para cualquier otra cosa.


Estas letrinas no eran de las peores....En Birkenau, se trataba de unos simples agujeros que otros presos tenían que limpiar pues los residuos no tenían ninguna salida. De la intimidad ya ni hablar...
 
El oficio de los "letrineros" no estaba mal: como olían fatal, no solían ser blanco de las palizas o de otros fatídicos acercamientos de los nazis y, por otro lado, se libraban de otros trabajos forzados y hasta estaban a cubierto en un sitio donde pocos se acercaban por su pestilente olor.
 
Ver los rostros, las fechas vitales de algunas de las personas que allí desaparecieron te acerca más, aunque sea mínimamente, a su tragedia porque dejan de ser un número para la conciencia.



El campo fue evolucionando y el número de prisioneros en aumento, de tal forma que el alojamiento también sufrió transformaciones para mal: cada vez más hacinados.



Hasta cuatro personas llegaban a dormir encima de la paja, en estos cubículos de ladrillo o de madera.

En este patio (las ventanas de la izquierda están cegadas para que otros presos no pudieran ver nada) se llevaban a cabo las ejecuciones sumarias, supuestamente tras el enjuiciamento del reo por algún "mal comportamiento".
También las torturas, sujetándolos con los brazos atados a la espalda a este palo, y los levantaban hasta descoyuntarles. Además de la tortura era una segura condena de muerte: luego no podían trabjar y eran asesinados.

Esta era la plaza del recuento. A pleno sol en verano y bajo cero y con nieve en invierno. 
En ocasiones les hacían estar horas alli de pie por algún castigo o algún capricho de un oficial. Estaban mal vestidos y prácticamente no comían, a pesar de que realizaban un duro trabajo.


Las garitas con alambre de espino siguen dando repelús hasta rodeadas de guiris.
 
En esta horca ejecutaron, tras ardua persecución, en 1947 a Rudolf Hoess, el nazi que organizó y dirigió el campo y en el que vivía en una casa muy cerca del crematorio que se ve en la siguiente foto con sus cuatro hijos.

Al filo de las cuatro de la tarde dejamos Auschwitz para encaminarnos en autobús a Birkenau, a unos cinco kilómetros. Antes tomamos el único tentempie posible: un bocadillo de queso y tomate, tan triste como el entorno.
El campo de Birkenau fue en realidad una ampliación del de Auschwitz toda vez que la superpoblación de éste, de sólo 8 hectáreas de superficie, requirió la construcción del nuevo, de nada menos que 170 hectáreas. Llegó a haber allí hasta 200.000 prisioneros.

Todas las construcciones eran de madera, con muy mal aislamiento o prácticamente sin aislar por lo que en una zona de clima extremo como este, cabe imaginarse las terribles condiciones a las que estaban sometidos. Era un campo enorme.





Los trenes llegaban hasta el interior del campo. Los visitantes paseamos ahora, incrédulos, entre las vías.



Allí mismo se hacía la primera selección: hombres a un lado y mujeres, viejos y niños que no podían trabajar a otro y que iban directos a unas duchas donde en realidad les gaseaban. Eso sí, conseguían engañarles diciéndoles que pronto podrían reencontrarse.



Todo lo que vemos forma parte de la iconografía del sufrimiento y el exterminio, que ya conocíamos por libros y películas aunque en el campo sólo se permite rodar documentales.



Debe de ser generalizado, seguro, pero sales de allí dándole vueltas a cómo es posible semejante horror, semejante degradación, que no ocurrió en un país ignoto de un continente poco desarrollado. Al contrario, en la vieja Europa y en la culta Alemania.
Y en este breve resumen hemos eludido detalles como los castigos colectivos en caso de fuga, lo que hacía que quien quería fugarse lo callara para no ser delatado; el bloque 11 con sus espeluznantes celdas de castigo (un metro por un metro para 4/5 personas que no podían moverse ni sentarse). Terrible.


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