domingo, 4 de agosto de 2013

(9) Conociendo Varsovia con Kasia y Konrad

De Poznan seguimos hasta Varsovia, ciudad en la que estuvimos un fin de semana acompañados uno de los días por Kasia y su marido, Konrad. A Ana le hizo mucha ilusión pues fue su compañera de trabajo todo un verano en un hotel en Londres allá por..., buenos digamos que han pasado desde entonces la friolera de 36 años y que no la había vuelto a ver, aunque  mantuvieron esperádicos contactos epistolares. 
  



Varsovia es una ciudad especial: aunque no se aprecia e incluso cuenta con un casco histórico interesante, fue destruida en la segunda guerra mundial en cuatro ocasiones consecutivas y quedó arrasada en un 83%. Pese a ello fue rehecha con esmero pero prácticamente todo lo que se ve es reconstruido fielmente según el original, aunque no se nota.

El trabajo se hizo tan bien que en 1980 fue declarada patrimonio de la humanidad por la Unesco. El edificio de la foto superior es el palacio de la cultura y la ciencia, construido por los soviéticos a principios de los 50. 
 Aunque es el rascacielos más interesante del centro de la ciudad, a los varsovianos no les hace mucha gracia ya que lo consideran el símbolo de la opresión comunista. En cualquier caso, como se ve desde todas partes, viene muy bien para orientarse.


Con nuestros amigos polacos pasamos una intensa jornada en la que recorrimos Varsovia con dos autóctonos, lo que es todo un lujo. Primero en coche y luego subimos a un globo aerostático para tener una vista general de esta urbe completamente plana.



Aunque ahora es una república, tienen también su pasado monárquico y un palacio real, el de la imagen inferior, situado al otro lado del Vístula y muy cuidado, lo mismo que sus jardines. En realidad, el Palacio de Wilanow era una residencia veraniega.



En la vuelta que dimos a continuación, ya en el centro, pasamos por el monumento a los judíos masacrados por los nazis en la ciudad tras la revuelta del guetto, que resolvieron los alemanes a sangre y fuego.

Abandonado el coche, nos encaminamos al Stare Miasto (casco antiguo en polaco) por una de las arterias principales de la ciudad que en su día era el inicio de la carretera de Cracovia. Es una avenida muy agradable, amplia para los peatones y con espacio para coches y tranvías en un tramo y en el más próximo al casco viejo ya totalmente peatonal.



Kasia (traductora, habla perfectamente alemán y también inglés) y Konrad (abogado especializado en mercantil y que durante seis años fue juez de lo penal) recordaron que allí se encuentra la iglesia en la que en su día se casaron y ante la que les hicimos una foto. La pareja tiene dos hijos: la mayor, médico, ejerce en Berlín mientras cursa la especialización, y el hijo, informático,ya independizado, vive en Varsovia.

A la entrada del barrio histórico se encuentra el imponente castillo frente a una gran plaza. Hacía un calor tremendo (así ha sido durante la mayor parte de las vacaciones) y las autoridades facilitaban un modesto sistema de refresco que hace las delicias de los niños y de algunos mayores.



El barrio histórico parece real, se hace imposible imaginar que ha sido reproducido de manera escrupulosa tras la guerra. 
En medio de la hermosa plaza del mercado se encuentra la estatua de la Sirena, símbolo de la ciudad. Está lleno de turistas y hasta nos encontramos con un grupo de unos 25 españoles que habían venido a la boda de un familiar con una polaca.





En la zona antigua nuestros anfitriones nos llevaron a un restaurante típico a comer comida ídem. Eran más de las cuatro de la tarde pero se encontraba a tope. Salimos sobre las seis y seguía igual. Lo mismo que en Alemania, se come a cualquier hora sin problema alguno.

Konrad aquí me la jugó: pedí como casi siempre una caña grande, que en Alemania son de medio litro (0,3 las pequeñas), y no se molestó en aclararme que la casa las servía de litro. Puf. Pero como hacía calor y la comida fue copiosa, se bebió sin problemas. La suya, aunque no se note, no era cerveza sin una especie de zumo de manzana con gaseosa, también muy típico de Alemania.

Obviamente, con sus consejos probamos comida local. La de arriba es una sopa de remolacha, fría, que tiene un estilo al gazpacho. Rica y aconsejable para el calor. Después tomamos platos de carne (el pescado, salvo salmón y trucha, prácticamente no hay y menos en el interior. Ocurría igual en Berlín). El mío y el de Konrad es una especie de rollo de carne y el de Ana pato.

Comimos bien pero demasiado, ya que también probamos un curioso plato que se pidió Konrad de primero: un guiso de carne y verdura (llamado "biggo") servido en el interior de una bolla de pan. Rico pero contundente.

El restaurante tenía una marcha espectacular: fuera, en la fila de mesas descubiertas donde nos instalamos; a la derecha, similar pero cubierto, y dentro todavía con mucho más espacio. Y es que aunque estábamos a más de 30 grados, los inviernos aquí son duros (de -20 grados y con nieve) y esos momentos las terrazas son inútiles. Por si alguien se acerca a Varsovia, dejamos constancia de la fachada.

Tras esta intensa jornada con la pareja dedicamos el día siguiente a movernos por nuestra cuenta. 
Empleamos unas horas en recorrer el interesante (aunque un tanto caótico) museo del alzamiento, el que protagonizaron los nacionalistas polacos en el verano de 1944 con los rusos ya a las puertas de Varsovia. Se hicieron con el control de gran parte de la ciudad y resistieron dos meses, pero los soviéticos no movieron un dedo por ayudarlos pese a que estaban al otro lado del río. Tres meses después tomaron la ciudad los rusos, pero para entonces era prácticamente un erial.

No les interesó hacerlo antes para debilitar al gobierno en el exilio en Londres, y de esta forma facilitaron la instalación del gobierno de Lublín, títere y procomunista, pero eso costó la vida de unos 250.000 habitantes de Varsovia y el destierro del resto. Para saber lo que eso significa, la ciudad tenía antes de la guerra poco más de un millón de habitantes, de los que unos 350.000 eran judíos y en 1944 ya habían sido asesinados o enviados a los campos de exterminio. Tras finalizar el alzamiento, empezó a cumplirse la orden de Hitler de convertir Varsovia en un lago; para ello llegaron ingenieros que en esos meses aplicaron la demolición organizada de los edificios que habían sobrevivido. El proyecto fue casi un éxito ya que quedó solo un 15 % del total, pero la exitosa reconstrucción de la posguerra dio al traste con esta criminal orden. En la foto superior se aprecia como quedó la ciudad, y en la de abajo una imagen de los tiempos de normalidad.

Al recorrer Varsovia uno de los problemas es memorizar el nombre de las calles y para que os hagáis una idea, aquí véis una de ellas y otras son todavía más complicadas.


Pese a su carácter de ciudad antigua (data del siglo XI) y ciudad moderna (tras su destrucción), la urbe está llena de detalles que hacen olvidar semejante historial.

Eso sí: por todos lados aparecen placas, recuerdos y esculturas, normalmente con velitas y flores, de los acontecimientos de la guerra y otros anteriores en sus conflictos con alemanes, rusos, suecos y austríacos. Este es el monumento del alzamiento. 
Está delante del Palacio de Justicia, que se aprecia mejor en la siguiente foto.



Especialmente llamativo es el monumento de la cruces, en recuerdo de las deportaciones ordenadas por la Unión Soviética tras la invasión del país en 1939 de acuerdo con el reparto que había pactado con Hitler. 
 
Representa una vía férrea y un vagón similar a los que utilizaron los soviéticos. Impactante.


Pero como todo no va a ser historia, de la que vamos bien servidos en este viaje, rematamos la jornada en un restaurante griego que el día anterior nos habían recomendato Kasia y Konrad llamado Paros. Cenamos bien y, como siempre en Polonia, a un precio extremadamente barato para nuestros euros. 
Sin duda es uno de sus atractivos y la prueba es que vimos mucho turismo y españoles a mansalva. Aquí, antes en Poznan y todavía más en la etapa de Cracovia que vendrá a continuación

En Varsovia nos alojamos en el Hotel Radisson Blu Sobieski
Por 55 euros la noche con un desayuno bárbaro, no se puede pedir más: habitación muy cómoda, limpísima, tranquila y luminosa y hasta televisión española, aunque no sé muy bien si esto es bueno o malo.



1 comentario:

  1. Hola!
    Somos dos hermanos que vamos a ir a Polonia en el mes de julio 2016. Por lo que leo fuistéis en Agosto. ¿Qué tal tiempo os hizo? Lo pregunto porque según internet durante los meses de verano llueve mucho en Polonia. Gracias!

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