martes, 23 de julio de 2013

(4) En la sede de la Gestapo




Prinz Alberchtrasse, 8. En tiempos fue un teatro y después se convirtió en la sede central de la Gestapo. El inmueble desapareció en los bombardeos finales de la guerra, la calle ha cambiado de nombre y, además, alberga ahora el museo central de Berlín en el que se denuncian/describen los crímenes del nazismo. La parcela esta bordeada por un muro, bueno, más concretamente por uno de los tramos largos del muro que se mantienen, y la visión es la de la foto: una docena de grúas a lo lejos dejando claro que ambos tiempos han pasado y que la ciudad está en plena efervescencia económica y constructiva.


De camino nos pasamos por el Mauer (Muro) Park donde los domingos se instala un mercadillo al estilo del Rastro madrileño. Esto es, cientos de puestos, miles de personas, ropa y cachivaches de todo tipo. Por la tarde se monta un karaoke gigantesco en una especie de auditorio pero no aguantamos ni la masa de gente ni el calor intenso en un parque bastante descuidado (no es nada raro en los parques de Berlín, que por lo general están "a monte") y seco, tras semanas sin caer una gota.


Cerca de lo que hoy es el museo denominado Topografía del Terror hay una exposición de viejos cacharros, los típicos "trabis", previsiblemente de los fabricados en la Alemania del Este, algunos todavía los hemos visto circular y se alquilan en plan turístico. Parecen casi los primos pobres de nuestro 600, ahora convertidos en piezas de museo.



Y justo enfrente, el actual Ministerio de Finanzas, un molote en el que se inspiraron en el franquismo para construir los Nuevos Ministerios de Madrid, parentesco más que evidente. Lo que se ve en la foto, además, es la parte exterior de la exposición, el muro que pasaba justo por allí, y los cimientos del edificio de la Gestapo.



En el contenido no merece la pena entrar, es de sobra conocido. Solo apuntar que es una exposición muy recomendable, estructurada y didáctica, aunque no hay audioguía ni visita en español. Forzosamente sales de allí con el corazón encogido.

Aunque son paneles esquemáticos, aborda la etapa previa al nazismo, todo su desarrollo, la guerra, el exterminio de los judíos, lo que sucedió en todos los países conquistados, los juicios posguerra, etcétera, vamos que ocupa varias horas.

Sin embargo, se pasan volando y lo más destacable son las fotografías, muchas conocidas, que provocan un gran impacto y la pregunta de siempre: ¿Cómo fue posible semejante barbaridad? Los alemanes por lo menos se lo preguntan; en otros países que han sufrido dictaduras (obviamente ninguna como esta) el asunto es casi tabú y una exposición de este tipo, inimaginable.

Con cierto retraso sobre el horario habitual, o sea que era muy tarde, buscamos un sitio para tomar algo. En Berlín eso se puede hacer a cualquier hora del día y  un museo anexo, el Martin Gropius,  contaba con una terraza bajos los árboles donde nos tomamos salmón, con una especie de tortilla de repollo, verdura típica de aquí, y una polenta. Rico.



La siguiente etapa fue la Potsdamerplatz, un sitio al que teníamos ganas de ir por la fama que le ha dado el edificio Sony y el conjunto de rascacielos, todos obra de renombrados arquitectos . Justo por medio pasaba también el muro (es increible, aparece por todos lados) y tras la reunificación en esta plaza se han construido unos rascacielos de lo más llamativo, aunque al parecer no tienen nada que ver con la configuración original de la plaza que, casualmente, todos los berlineses, del este y del oeste, consideran como propia ya que en realidad la compartían.

El edificio de arriba se ha diseñado generando en medio una gran plaza cubierta, y en la cúpula cuenta con una especie de toldos, suponemos que para el sol, aparentemente sencillos pero muy complicados de ejecutar, según cuentan las guías. Está lleno de cafeterías, cines y tiendas, sus dimensiones, esta plaza y todo el recinto, son enormes, y merece la pena conocerlo. Es obligado.

En la Potsdamer aparecen también estas tuberías, casi fijas en cualquier sitio donde haya obras en Berlín. Motivo: la ciudad y toda esta zona está asentada sobre áreas pantanosas y a nada que se excave aparece agua. Por eso tienen que drenarla para poder trabajar, y por esta vía la llevan al río.

Estos días también nos hemos acercado al tramo grande del muro que sigue en pie de forma definitiva y que se ha quedado con el nombre de la East Side Gallery. 
 
Allí han aprovechado para que lo diseñen grafiteros y hay dibujos y mensajes de todos los calibres y estilos.
 
Algunos verdaderamente interesantes.




En una zona del muro se ha utilizado también la trasera como exposición de fotos... de otros muros. Alli aparece el construido por Israel en Cisjordania (en la foto) y los de Nicosia (Chipre), Belfast, el de Estados Unidos con México, el existente entre las dos Coreas... y dos de España. 
 
Flipamos al ver uno con una furgoneta de la policía española y era el muro de la frontera de Ceuta. Después aparecía también el de Melilla. Tenemos el dudoso honor de aparecer en este ránking.





Y para desengrasar, visitas a patios, sí, patios. En esta enorme ciudad es habitual que las manzanas de edificios tengan patios interiores pero con vida: portales, tiendas, callejuelas, y que a su vez te lleven a otro patio y muchos con zonas verdes y árboles. 
En el de arriba nos llamó la atención que los vecinos habían decidido huir de la uniformidad en el asunto de los buzones. El siguiente es uno de los más famosos, el Hackesfer Hofe, alicatado en estilo jugendstil y acuden (acudimos) los turistas a verlo. 
 
Nada menos que comunica con otros siete patios y aquí hay grandes cafeterías, teatros y tiendas de nivel. Sin embargo, cuando se construyeron en su interior vivían las familias más pobres que no podían acceder a una vivienda que diera a la calle. También había carbonerías y tenduchos, nada parecido a lo de hoy.



En la entrada, en el suelo, hay unas plaquitas del tamaño de un adoquín que recuerda a personas, judíos con toda seguridad, que vivían allí y fueron deportados a Auschwitz, el campo de los campos de exterminio que pensamos visitar cuando estemos en Polonía.

Muy cerquita, a unos cientos de metros, se erige lo que queda de la que fue la sinagoga central de Berlín, la Neue Sinagoga, construida a mediados del siglo XIX (el propio Bismark acudió a su inauguración) y destruida parcialmente por los nazis en 1938. Ahora es un museo que recrea su historia.

Entrar es sencillo, pero hay que someterse a un detector de metales y pasar por un escáner las pertecencias, como en un aeropuerto. Fuera, y en el patio, hay vigilancia policial permanente, y la puerta y los cristales son blindados. No nos lo explicamos. ¿Habrá nuevos nazis que quieran destruirla por segunda vez? El edificio, lo poco que de él se conserva y en el que no pudimos hacer fotos, es interesante y debió algo así como una catedral para los católicos.

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