miércoles, 31 de julio de 2013

(7) Koncerthaus, museo Pérgamo y Spandau

Estamos en el final de la etapa berlinesa y la ciudad nos empieza a sonar familiar. Nos movemos con cierta desenvoltura en el transporte público y vamos conociendo barrio tras barrio. Y cada vez nos encontramos más a gusto. El domingo, en medio de una agobiante ola de calor, decidimos quedarnos a cubierto, agazapados y con la casa en la mayor oscuridad posible (a pesar de que el comedor carece de persianas y tampoco tiene cortinas). A media tarde nos echamos a la calle para ir a un concierto en el Koncerthaus.


El edificio es la sede de una orquesta y su sala grande es una auténtica virguería. Nosotros fuimos a ver a un coro que intervenía en una serie de actuaciones de agrupaciones de jóvenes. El edificio fue construido a principios del siglo XIX y sufrió graves daños en la segunda guerra mundial. Posteriormente fue reconstruido y ahora presenta un aspecto sensacional.

Estaba lleno y nos hubiera tocado un extremo de la sala, pero un paisano nos vendió dos entradas delanteras, con gran visibilidad.


La primera mitad fueron interpretaciones de seis jóvenes percusionistas, en las que hubo de todo, y después le llegó el turno al coro, numeroso y con varios solistas. Interpretaron, entre otras, Carmina Burana. Nos encantó.

Y la acústica, sensacional. Pasamos un buen rato.

El auditorio se encuentra en una plaza famosa, la Gendarmenmark, a cuyos extremos se situan dos catedrales, la francesa y la alemana, una protestante y la otra calvinista, que son idénticas. El que tenga interés que lea la historia, que es interesante y una prueba de que mientras en algunos sitios seguía la Inquisición en otros practicaban ya la tolerancia. De noche y con calor el recinto era muy agradable, pero la foto no hace justicia a la iluminación. En cualquier caso, Berlín de noche no es como una ciudad española al uso: la luz es difusa y hasta escasa. A nosotros nos sorprende y eso que ya nos lo habían dicho.


A día siguiente todo cambió: como estaba anunciado, el cielo se cubrió, bajo la temperatura... y llovió. En la foto de arriba se ve a la gente haciendo cola con paraguas. Un alivio. Dedicamos la jornada principalmente a husmear por el museo de Pérgamo; nos lo recomendó el guía del primer tour que hicimos, el free, y leímos por varios sitios que era imprescindible. Confirmamos esta opinión.

En el museo, enorme, hay de todo de la historia antigua de Babilonia, de Grecia, y también de la etapa islámica, pero hay tres cosas que sobresalen, majestuosas, y que ya justifican con creces la visita.


El primero, y principal, la reconstrucción del altar de Pérgamo, ciudad griega situada en lo que hoy es Turquía. Es lo primero que ves al entrar y impresiona. Lo encontraron, como lo que allí se expone, arqueólogos alemanes, que han podido reconstruir los frisos en gran parte. Espectacular.


En segundo lugar, la antepuerta de Ishtar, Babilonia, que se ha montado a tamaño natural desdeñando la puerta principal, que no cabría en el museo por sus enormes dimensiones. Obviamente, no todas las piezas son originales, pero el efecto impresiona.

También se ha reconstruido el pasillo procesional, flanqueado por leones, destinado a impresionar a los visitantes de aquella ciudad, pero casi 2.600 después hace el mismo efecto a los que acudimos al museo. La siguiente es una maqueta que refleja el enorme recinto original de forma muy gráfica.

Y por último, la fachada del mercado de Mileto, ciudad romana de lo que hoy es Turquía. Es de una gran belleza y el visitante se queda plantificado ante el espectáculo. La audioguía (es español y perfecta en su funcionamiento y por la cantidad de información que suministra) te explica que hubo un debate entre ingenieros o arqueólogos sobre la forma de montarla. Los primeros querían un sistema sencillo, similar al original, y los segundos uno más complejo y seguro colocando en el interior una estructura de hierro. Triunfaron los ingenieros y se puede decir que por suerte: de no haber sido así hubiera sido dañada gravemente en los bombardeos de la segunda guerra mundial.

Y ayer martes en el tren de cercanías nos llegamos hasta Spandau, lo que hasta 1920 era una ciudad cercana a Berlín y desde entonces uno de sus barrios. Cuenta con unos 250.000 habitantes y una acusada personalidad, por lo que sus vecinos dicen "me voy a Berlín", casi casi lo que nos ocurre con Vigo a los de Candeán, salvando las distancias. La imagen inferior es su inmenso ayuntamiento.


La ciudad es conocida principalmente por la cárcel en la que cumplieron condena siete jerarcas nazis, de manera significada Rudolf  Hess. Durante 20 años, hasta 1987, en que supuestamente se suicidó, fue el único ocupante de la cárcel, que después fue derruida para levantar en el terreno un centro comercial.


El centro de Spandau es un lugar encantador con calles peatonales llenas de vida y  de mucha gente.


En Spandau se unen el río Spree, el que cruza Berlín, y el Havel, y tiene un sistema de esclusas para la circulación de barcos. Es un espectáculo entretenido verlas funcionar.





El punto de mayor interés actual es la Ciudadela, una impresionante contrucción militar que ha pasado por muchos avatares, según nos enteramos en la visita.
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Rodeada de agua y con cuatro bastiones impresionante en sus esquinas, la fortaleza original data de 1.200, de la que solo queda la torre Julia. La actual data del siglo XVI.

En su interior hay varios museos y antiguos arsenales y se puede subir a la torre Julia, desde la que se divisa una amplia panorámica en un terreno tan llano como el de Berlín y alrededores.







En uno de los museos descubrimos que Spandau es una ciudad industrial y que fue una de las mecas del cine alemán mediada el siglo pasado. También exhibe una antigua linotipia, con la que se fabricaba esa antigualla que aún llamamos periódicos.

Al terminar elegimos un restaurante turco, por aquello de hacer honor al barrio en el que hemos residido estas dos semanas largas, y a una ciudad, Berlín, que es la tercera en número de turcos de todo el mundo tras Estambul y Ankara. También para ambientarnos cara al viaje de octubre. Pero para eso queda mucho y de momento mañana ponemos rumbo a Poznan en tren para la escapada polaca antes de volver a Vigo. El cordero que nos dieron, sabrosísimo, pero con el café moka Juanma no acertó, con seguridad por ignorancia.


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