jueves, 25 de julio de 2013

(5) Escapadita a Strausberg

A unos 30 kilómetros de Berlín existe un pueblecito de este nombre situado junto a un lago. No conocíamos ni teníamos referencia ni del uno ni del otro, pero allá nos fuimos a pasar un par de días. Motivo: los Yetgin tiene allí un bungalow que nos ofrecieron dentro del intercambio.


El proceso fue menos sencillo de lo previsto. Teníamos idea de ir en el coche que nos prestó la familia, pero finalmente el Saab, de 23 años "old", modelo vetustillo aunque descapotable y con diseño ya de otro tiempo, optó por no arrancar y sus dueños no supieron resolvernos el problema. Debido a ello nos desplazamos en metro y tren y, llegados a Strausberg, cruzamos el lago en un pequeño ferry. Casi nos alegramos ya que en coche sin GPS quizás se nos hubieran complicado las cosas, y el transporte público funciona de maravilla.


Estos días están siendo muy calurosos aquí (¡el domingo se esperan 37 grados!) y la opción del lago nos atraía como un imán para romper esta larga estancia en Berlín.



Allí comprobamos que el lago es el motor de la vida en la localidad y que la zona de baños del pueblo estaba muy concurrida.


Nosotros estábamos enfrente y por eso tuvimos que recurrir al barquito, una pequeña embarcación que se guiaba por sendos cables (aéreo y junto al ferry) que tiene un siglo de historia.

La casita de fin de semana de la familia era una pequeña cabaña, sin más, pero enclavada en un bosque muy chulo. Los abetos de la parcela (que deben compartir con otros vecinos, pues no hay separación) tenían años y envergadura.

La tranquilidad allí era absoluta, no había nadie por la zona y le dimos un buen avance a los libros respectivos. Hacía un poquito más de fresco que en Berlín.


El programa fue el imaginable:  paseos por el bosque, baños en el lago, que recordaremos: temperatura ideal y tranquilo como un plato, sin olas además de limpísimo y con un fondo grato de pisar.



En cualquier caso, bañarse tampoco era una operación sencilla: Había muchas casas en su perímetro, a unos pocos metros del agua y ocultas entre la vegetación. Por medio un caminito y, al otro lado, junto al lago, cada una tenía vallado un trozo de litoral, donde disponía de embarcadero privado y lugar de baño. El de la foto de arriba es uno de ellos. Por tanto, había que buscar un hueco, lo que no era sencillo dada la vegetación, y que no estuviera "ocupado". Desde luego no es como en España que el litoral y los márgenes de ríos y lagos son siempre públicos.



A la mañana siguiente, salimos pronto para aprovechar el día y le dimos el adiós a la cabañita.
Antes de volvernos recorrimos el pueblo, agradable, cuidado, muy pulcro, y vimos algunas tiendecitas curiosas. 
Creemos que estaba en la antigua Alemania del Este ya que los pisos y las casas de campo en general eran modestas, nada apabullantes (exceptuando las casas del centro, que eran muy curiosas, como se puede ver).



Y también nos dimos un último baño en el "bañódromo" (strandbad, le llaman) público, donde los chavalotes del lugar rivalizaban para tirarse de un trampolín a lo bruto, lo normal, vamos.

Y Ana finalmente se me escapó para  cruzar el lago (calculo que son unos 800 metros, el doble ida y vuelta), la marca que llevaba intentando desde el día anterior y que yo le vetaba. Como las condiciones ambientales eran perfectas, al final se escabulló y quedó tan contentiña.

Y como despedida de esta entrada, la imagen de este interesante edificio de nuestra calle, justo pegado al nuestro. A nosotros nos llama la atención, pero es uno más de otros muchos en la ciudad. Ah!, y con patio, claro.

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