domingo, 28 de julio de 2013

(6) Mezclando turismo e historia nazi


Un recorridito en barco por el Spree, el río de Berlín, es recomendable. Existen varias opciones y nos decantamos por la que sale un poco fuera de la ciudad y dura 3 horas. Las distintas compañías parten del mismo punto, en el centro, junto a la catedral (protestante, claro, como la mayoría de la población aquí; en la zona sur son mayoría los católicos).


Pero como uno dispone y ni se sabe quién decide, o algo parecido, una huelga del personal de la exclusa que deben atravesar estos barcos nos obligó a quedarnos con la ruta corta, por el centro de la ciudad, en la que pasamos por el barrio gubernamental y cerca de muchos edificios conocidos. Había audioguías en castellano y eso nos facilitó recibir la información.

El de arriba era el Reichstag, en tiempos de Hitler, y el Parlamento ahora. Habíamos reservado la visita a la cúpula (de Norman Foster) para el sábado por a tarde, pero hacía tanto calor que la suspendieron. Es de cristal y con estos días de tremendo calor (ayer unos 36º) allí debía hacer 50º o incluso más. El arquitecto reconstruyó la parte dañada en la guerra y lo hizo con una cubierta transparente y visitable, en evidente alusión a lo que debe ser actividad política, incluso hay allí un restaurante. El edificio de la foto inferior es el de la estación central de Berlin.



Y en todo momento enjambres de grúas a la vista, lo mismito que en España... hace años, por supuesto.


Y en la foto de arriba, la oficina de Ángela, que no es una amiga de aquí sino la mismísima Merkell que, según nos contaron sigue viviendo en su piso de toda la vida en Berlin este, cerca de la isla de los Museos. Cruzando el río por un puente peatonal tiene un helipuerto a su servicio.
La siguiente imagen es de otro de los edificios gubernamentales, frente al parlamento. Arquitectos de postín han participado y participan en la reconstrucción incesante de la ciudad.




En el tour vimos más oficinas del Gobierno, palacios, sedes de televisiones y cosas de este estilo. Teniendo en cuenta que la ciudad quedó destruida en un 60% han tenido mucho gusto a la hora de rehacerla. 

Y sitio tenían de sobra, sin duda: con solo 3,5 millones de habitantes ocupa 900 km. cuadrados, la mayor de Europa por encima de urbes como Londres, que más que la duplica. Y también presumen de tener más puentes que Venecia.


Desde el barco se veían las cúpulas de la iglesia de San Nicolás, un templo ahora convertido en museo, al que rodean unas calles que son las más antiguas de las conservadas. Lo llaman barrio pero no llega a tanto, aunque es un rincón muy agradable y con sabor, lleno de tiendas y restaurantes.




En esta foto, Juanma "sostiene" la torre de la televisión de la Alexander Platz, icono de la República Democrática.

Y para un toque más profundo al día nos encaminanos a la sede de la Stasi, el conocido Ministerio de Seguridad de la República Democrática, la piedra angular del régimen comunista que tenía controlados a sus habitantes con 100.000 funcionarios y 200.000 informantes.

Un complemento ideal para esta visita es revisar la conocida película "La vida de los otros", que en su momento nos encantó y ahora, conociendo el grisáceo complejo desde el que se dirigía la Stasi, muchísimo más.



Se visitan tres plantas del edificio principal y estos son los despachos del ministro y sus principales directivos. Aparecen tal cuales en la película.

En sus menos de 40 años de existencia tuvo tres ministros, pero uno de ellos, Erich Mielcke, ocupó el cargo unos 30. Debía ser un complicado de caray: este es el croquis que le hizo a su secretaria sobre como quería el desayuno: no solo el menú sino la colocación de cada utensilio.


Forzosamente no era normal, por el cargo principalmente pero también por los síntomas que denotan estos comportamientos.



Obviamente, también se habla del muro, pero principalmente de sus métodos de "trabajo" y de investigación y control. De esa época preinternet hay docenas de ejemplos de cámaras y micrófonos colocados en los lugares más insospechados, con tamaños a veces impensables. Se esforzaban lo indecible para j. a sus conciudadanos, aunque oficialmente decían defender al pueblo alemán de la agresión imperialista de Occidente. 
 
La de arriba es una muestra: una minicámara para colocar en el abrigo y con del objetivo disimulado con un botón. Otras las metían en papeleras, bolsos y casi en cualquier sitio.
La que sigue es una aparente furgoneta de reparto y en realidad un furgón disimulado para el transporte de detenidos. De esta forma no llamaban la atención.

Para completar la tarde de temas tristes del pasado nos acercamos al "pabellón de las lágrimas", junto a la estación de tren de Fiedrichstrasse. Esta era una terminal que hacía de frontera, en el lado comunista, para los viajes al lado occidental, o viceversa. Los berlineses del Oeste que iban a la zona Este pasaban allí los controles y se despedían de sus familiares y amigos, normalmente en medio de un mar de lágrimas, de ahí el nombre popular con el que se le conocía.



La exposición está muy bien resuelta, es gratuita (como otras muchas sobre el período nazi o de la guerra fría) y te dan audioguías en español. Logran que te sumerjas en el ambiente de los años 50 y 60... bueno y 70 y 80.


Especial crudeza tiene el relato del momento en el que se presentaba el pasaporte al guardia de turno, tras horas de cola, metido en un mostrador-cajón, a una altura inferior con agentes instruidos para actuar con rudeza y despotismo.




Allí explican como la Stasi controlaba la estación al dedillo con cámaras y sus agentes seguían a los que llegaban, de forma ordenada o incluso aleatoria. 

Un gustazo de vida la de los pobres alemanes orientales; pese a todos los problemas que hubo después, casi hay que felicitarlos de que no destruyeran el muro para apedrear a sus anteriores dirigentes.

En medio de la ola de calor que nos está tocando, al día siguiente decidimos irnos a otro lago de los alrededores. No tenemos coche, pero el transporte público funciona muy bien y la operación es sencilla. Elegimos el Wansee, cerca de Potsdam.


Lo de bañarnos fue tal vez lo más complicado. Como ya relatamos, el litoral está privatizado y es preciso encontrar un hueco libre, y no hay muchos. Al final lo logramos y resultó un pequeño alivio en un día asfixiante.

En el baño lo fácil es ir a una de las zonas públicas acotadas, pero claro, preferíamos un lugar para nosotros solos y eso es lo complicado.

Lo que sí resulta fácil y más bien barato es comer a cualquier hora casi en cualquier sitio. Nosotros junto al lago y a la sombra, y sin apreturas.


Presenciamos escenas curiosas, como la que sigue, de un señor en un Audi descapotado y su curiosa acompañante que venía de remojarse en el lago.
 
 Y este curioso artefacto flotante para darte el gusto de tomarte una parrillada en medio del lago.

Antes de marcharnos visitamos Villa Minoux, la magnífica casita de campo donde en 1942 un grupo de jerarcas nazis decidió aplicar la "solución final" para terminar con los judíos. Es increíble que en este marco idílico pudiera llegarse a una aberración semejante, pero así fue.



Es de nuevo un museo sobre todo el asunto judío, aunque después de haber visitado tantos nos centramos en el asunto de la famosa Conferencia de Wansee. Como llegamos media hora antes de cerrar tampoco hubo tiempo para más. A la salida, el lago y el calor aconsejaron un nuevo bañito en las inmediaciones.


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