domingo, 21 de julio de 2013

(3) Potsdam, la otra capital

Pasando unos días en Berlín es casi obligado acercarse a Potsdam, una ciudad muy próxima, unos 30 kilómetros, y perfectamente conectada en el S Bahn, el metro en superficie. Pero tampoco es exacto hablar de una ciudad, es también una capital: en el pasado, de los reyes de Prusia, y en la actualidad, del land (estado federado, o comunidad autónoma para nosotros) de Brandeburgo. Berlín es un land por sí solo y está rodeada en su totalidad por el de Brandeburgo. Elegimos una visita guiada ("las ciudades por sí solas no hablan", explicó gráficamente otro de los asistentes) ya que tenemos la suerte de que los hay en español y el precio es asequible: 15 € por unas cinco horas de tour, viaje aparte, que sale por unos 7 euros y con este billete puedes coger todos los buses y metros que quieras durante todo el día.
 
 La cita fue en la Potsdamerplatz, en el centro de Berlín, a las 10 de la mañana, para iniciar la excursión.

Nuestra guía fue Carmen, una almeriense diplomada en turismo que también lleva aquí varios años y no tiene ni idea de si regresará o no, lo habitual en estos casos. La primera parada fue en el puente de acceso a la ciudad, el Glienicker Brucke, más conocido como "puente de los espías" y hasta donde llegaba el muro de Berlín. La frontera estaba en medio y el muro se construyó en el lado comunista.

Al fin de la guerra el puente fue bombardeado pero se reconstruyó fielmente, como se aprecia en la fotografía histórica y en la que hicimos nosotros. 


Construido en su aspecto actual en 1907, durante la guerra fría se realizaron allí tres intercambios de espías entre soviéticos y norteamericanos. Se eligió por su alejamiento de viviendas habitadas (las que había fueron desalojadas y demolidas por el gobierno de la RDA, la Alemania del Este)  ya que así se evitaban miradas indeseadas. A lo lejos se observa el castillo de Babelberg, ahora en reconstrucción, rodeado de un inmenso parque público.

En Potsdam, 140.000 habitantes, existen una veintena de palacios y la ciudad es muy anterior, como 500 años, a la propia Berlín (s. VII frente al XIII). Su crecimiento fue debido a que en 1660 el rey Guillermo I la eligió como residencia de caza y después fue la capital de verano de los reyes prusianos. 
 
Esta iglesia estuvo 30 años cerrada ya que estaba tan cerca del río que el muro (de Berlín) tenía que ir por detrás. Al ser inaccesible quedó aislada pues el centro del río Havel marcaba la frontera entre el este y el oeste y estaba intensamente vigilada no sólo desde el borde sino también desde barcos de la policía.  En esta amplia zona del Neuergarten hay varios palacios y amplias praderas que utiliza el personal para tomar el sol (hay zonas nudistas) y parece evidente que dado el clima tan duro que tienen reciben con alborozo el buen tiempo. Esto también lo hemos comprobado en Berlín. 
El siguiente es el llamado palacio de Mármol y lo encargó Federico Guillermo II a finales del siglo XVIII.


No obstante, el palacio más famoso es el Cecilienhof, donde se celebró la conferencia de Potsdam, al final de la segunda guerra mundial. Allí Stalin, Churchill y Truman decidieron las zonas de ocupación y el futuro del país que inició la contienda.


Estas fotos, superior e inferior, corresponden a la parte trasera del palacio.

Y la fotografía que sigue es la sala de reuniones donde los tres mandatarios decidieron trocear Alemania e imponerle las cuatro "D": desnazificación, descentralización, democratización y no me acuerdo de la que falta. Según la guía la única que realmente se cumplió fue la descentralización al crearse de facto dos países.

La ubicación para la foto no es casual: el inglés a la derecha, en el centro el presidente norteamericano y a la izquierda el dictador soviético.

Al parecer ingleses y norteamericanos se irritaron al llegar a la conferencia y comprobar que los rusos, titulares de la zona, habían preparado un paterre de geranios con la estrella roja soviética, dando a entender quien tenía la sartén por el mango.

 La conferencia terminó el 2 de agosto y poco antes Truman recibió un mensaje en clave: "El bebé ha nacido", informándole que la bomba atómica estaba listo. Desde allí mismo autorizó su lanzamiento sobre Hiroshima y Nagasaki.
Terminada la visita histórica recorrimos el centro de Potsdam, una ciudad volcada en el turismo y con mucho encanto pese a que, como casi todas, fue bombardeada y la mayor parte de los edificios han sido reconstruídos a partir de 1990.

Cuenta con un barrio holandés ya que uno de los reyes prusianos quería atraer a los calvinistas holandeses para que trabajaran en Alemania a fin de utilizar sus conocimientos ya que eran especialistas en construir sobre terrenos pantanosos, como es por ejemplo toda la zona de Berlin. 

Fiel a su política de libertad religiosa, Federico Guillermo I mandó construirlo a partir de 1734, pero al parecer no tuvo demasiado éxito la iniciativa.

Hoy se ha convertido en un reclamo turístico con sus cafés, tiendas de artesanía de todo tipo y comercios variados.

Sin embargo, la calle principal de Potsdam es la Brandeburgo, peatonal y comercial, con numerosos establecimientos y abundancia de mimos, músicos y espectáculos callejeros.

En el local vietnamita donde tomamos un tentempié típicamente alemán (un currywurst, o sea lo más parecido a un perrito caliente) la hija de los dueños, Nenka (o algo así), sin duda muy aburrida, se dedicó a jugar con Juanma. Era incansable.

Y, claro, al acabar la calle Brandenburgo aparece el arco de idém, aunque con claras diferencias con el de Berlín y también con unos años más de antigüedad.




Y antes de concluir la visita, el palacio más relevante, el Sans Souci (sin preocupaciones), construido por un rey muy especial como fue Federico el Grande para su solaz particular. De entrada, no quería ser rey y se escapó para conseguirlo, pero fue capturado y castigado severamente por su padre (que le hizo presenciar la ejecución de su compañero de fuga y supuesto amante).


Es de dimensiones reducidas y situado sobre una colinita. Construyó terrazas ajardinadas en el acceso y una virguería como la que ocultan las puertas que se ven en las imágenes: dado el frío de la zona, allí dentro plantó higueras, arboles que precisan calor, y en invierno estaban cerradas y templadas con un sistema de calefacción. Así tenía higos y, lo más importante, demostraba que el hombre puede dominar a la naturaleza.



Aficionado al arte, la música y la literatura, gustaba de hablar francés y hasta le dio un nombre en este idioma , algo sorprendente al palacio para un rey prusiano.



Eligio ser enterrado allí de forma modesta, una noche de luna llena, a la luz de un farol y acompañado por los miembros masculinos de su familia, pero tardó 200 años en conseguirlo. Primero su sobrino (no tuvo hijos) incumplió su voluntad y después vinieron las guerras y la división de Alemania. En fechas recientes finalmente se hizo su voluntad. 


Las patatas sobre su sencilla tumba conmemoran el hecho de que este rey las introdujo en Alemania. Otros logros como la configuración de la educación en niveles..etc también se le atribuyen a este monarca cultivado, austero y sensible.


Y como era un día de verano y caluroso, los aficionados al organillo salieron a la calle y, en el barrio holandés, hasta era sencillo ligar con una chica mona aunque un poco petrificada ella....

Al acabar la visita guiada nos quedamos en la ciudad para recorrerla un poco más. Después volvimos a Berlín solos y dando un pequeño rodeo: en la estación tomamos el tren en sentido contrario... y acabamos en Frankfurt del Oder. Aclarado el entuerto, operación contraria y explicaciones a la revisora, que (debimos de ser convinventes) no nos hizo pagar nada.



Para terminar la entrada, unas imágenes de una parte de nuestro barrio (aunque Kreuzberg es inmenso tiene zonas más burguesas y fashion, la pequeña Turquía de Berlín, y hasta una amplia zona de punkis) que recorrimos hace unos días. La cercana plaza de Korbutsser Tor estaba llena de pancartas sobre el conflicto de la plaza Taksim, en Estambul.


Y en muchos edificios puede verse otra de sus señas de identidad: las parabólicas.


Dentro del barrio esta el Viktoria Park, un amplio recinto con una pequeña colina que sin embargo es la mayor de una ciudad tan plana como Berlín.


En otro parque próximo hay un pequeño recinto con animales que se visita libremente.




Y un enorme e interesante cementerio dentro del parque, muy frondoso y poco ajardinado.
Y una paradita para reponer fuerzas en una calle muy "trendy", la Bermangstrasse.


Perros no vemos muchos, pero todos atados, por supuesto, y pueden viajar en metro y autobús. Hay quien los lleva en un cesto sobre la bicicleta y, por supuesto, ningún perro callejero.



De regreso a casa nos llamó la atención un edificio totalmente grafiteado por sus dos laterales.
 
 No eran dibujos al chou; al contrario, pensados y con mensaje. Había muchos y escogimos éstos, muy curiosos .



Ese día terminamos cenando en una cervecería que nos recomendaron nuestros anfitriones. Era antigua y tenía mucho sabor, pero no dejaban hacer fotos.  Esta es del exterior.


El mobiliario y los utensilios del local llamaban la atención y el mono-menú era pollo (un cuarto) preparado de una forma concreta difícil de describir; de entrante, el consabido repollo y unas patatas con una salsa tipo alioli. Todo rico, a un precio razonable (es una ciudad llamativamente barata, como nos habían dicho) y con el añadido de que para el pollo te dan tenedor... pero no cuchillo. Pese a ello, resolvimos,  ya que el personal no tenía ningún problema en usar las manos  .

1 comentario:

  1. Acabo de descubrir vuestro blog. Qué recuerdos de Berlín. Me ha encantado. Os seguiré en Polonia... Pensaba ir también este año pero no ha podido ser. Tomaré nota para cuando vaya :) Saludos

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